Somos las monjas dominicas contemplativas del Monasterio de Santa Catalina de Siena. Nos encontramos en La Laguna, Tenerife (España).
Cariñosamente nos llaman “las Catalinas”, por nuestra titular, patrona y protectora Santa Catalina de Siena. Somos monjas fundadas por Santo Domingo de Guzmán; pertenecemos, pues, a la Orden de Predicadores. Las monjas somos parte esencial de la Orden y ayuda eficaz para la vida espiritual y ministerio de los frailes. Somos su retaguardia orante.
Este Monasterio de Santa Catalina de Siena, fue fundado en 1611 gracias a la generosidad de don Juan Cabrejas, Regidor de la isla de La Palma, y su esposa doña María de Salas. Queriendo dicho matrimonio cumplir el deseo de su única hija de consagrarse al Señor en la Orden de Santo Domingo, y no habiendo aquí monasterio, compraron la casa del Adelantado y las casitas adyacentes, las amurallaron, e hicieron con ellas las diferentes dependencias necesarias para el funcionamiento de la vida diaria de las monjas.
La vida conventual comenzó el día 23 de abril de 1611, viniendo para ello cuatro monjas de los Conventos de Santa María de Gracia y de la Pasión de Sevilla, a las que se unieron la viuda y la hija del fundador del Monasterio. Se han cumplido hace muy poco los cuatro siglos de nuestra presencia en el corazón de la ciudad de La Laguna. Nuestro Monasterio es como una flecha señalando el cielo, como un grito en el asfalto que recuerda lo único importante: DIOS.
La más ilustre de las monjas de este Monasterio es la Sierva de Dios Sor María de Jesús de León Delgado (1643–1731), conocida popularmente como “La Siervita”. Murió en olor de santidad y su Proceso de Beatificación en su fase diocesana ha sido aprobado por la Congregación para las Causas de los Santos. Actualmente, el Proceso se encuentra en su fase romana.
La Comunidad, durante todos estos siglos, ha mantenido la finalidad por la que fue fundada. “Su misión (de las monjas) consiste en BUSCAR a DIOS en el SILENCIO, en la asidua ORACIÓN, en la generosa PENITENCIA, de tal forma que la Palabra que sale de la boca de Dios, fructifique en aquéllos a quienes ha sido enviada”.
La ORACIÓN LITÚRGICA es la ocupación principal de la dominica contemplativa. “Oh Dios, Tú eres mi Dios, por Ti madrugo”. «El alzar de mis manos Señor, suba a Ti como ofrenda de la tarde”. Toda la jornada de la monja gira en torno al Señor, centro de su vida.
El trabajo no solo es exigido por la pobreza religiosa, sino que, promoviendo el bien común, sirve también a la caridad. “La monja dominica, con su trabajo, se hace solidaria de la suerte de tantos hombres, especialmente de los pobres”. (Constituciones, IV).
Una jornada en nuestro Monasterio sería así:
06:30 – Levantarse / Aseo / Laudes / Oración personal / Tercia / Rosario / Desayuno.
10:00 – Trabajo (Cada una en su oficio o encomienda particular).
12:00 – Trabajo en común en la sala de labor / Lectura / Rezo del Rosario.
13:00 – Rezo de Sexta / Comida / Nona / Recreación / Descanso.
16:00 – Estudio Personal / Lectura…
18:00 – Eucaristía / Vísperas / Oración / Oficio Lecturas / Cena / Completas / Recreo.
Sobre las 9:30 de la noche va acabando nuestra jornada. En los trabajos, la Comunidad ha tenido que ir adaptándose a las posibilidades numéricas y otras circunstancias. Hemos tenido encuadernación de libros, bordados en oro, zurcidos, marcas de pañuelos, dulces, escapularios y otros trabajos manuales.
En la actualidad somos seis Hermanas, la más joven está en el Noviciado Federal en Córdoba. Nosotras, además de mantener la Casa en todas las necesidades del día a día, en las horas de trabajo común hacemos escapularios y otros trabajos manuales.
Los gozos y las esperanzas de todos los hombres caben en nuestro corazón y en nuestra plegaria. Como nuestra vida es cuestión de Amor. El Amor exige generosidad, renuncia, sacrificio, fidelidad, entrega total… Ahí se encierra el secreto de nuestra misteriosa fecundidad apostólica y eclesial. Desde nuestra entrega a Dios en el silencio contemplativo llegamos a todos los rincones de la tierra para comunicar a todos el amor y la paz del Reino de Dios.
Las Dominicas tenemos una larga historia. La semilla que esparció Santo Domingo de Guzmán, allá en el siglo XIII, no deja de dar frutos. Prueba de ello son los numerosos monasterios que existen y siguen surgiendo por toda la Tierra. Entre ellas nos encontramos nosotras.
¿Sientes la llamada de Dios a ser monja dominica contemplativa?
¿Te animas a responderle «sí» al Señor?
¿Quieres hacer una experiencia en nuestro Monasterio?
Si la respuesta es sí:
¡Ponte en contacto con nosotras!
Estaremos encantadas de recibirte y orientarte.