¿Qué es lo fundamental de la opción vocacional como monja dominica?
Lo fundamental es el seguimiento de Jesucristo. Seguir a Jesucristo entablando una relación única de profunda intimidad, de confianza absoluta, de adhesión incondicional. Porque Jesús no llama a ratos, con intermitencias: ahora quiero, pero luego no; ahora me gusta, pero dentro de un rato no me gustará tanto… Los dones de Dios son irrevocables.
Ya desde los comienzos, recordamos las palabras de los primeros seguidores de Jesús: “Nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”. (Mt 19,27) Pero dejarlo todo no era lo decisivo. Lo decisivo, entonces y ahora, es seguir a Jesús.
Volver a la Roca de la que hemos sido talladas, porque como dice la Exhortación Apostólica Vita Consecrata: “Vosotras no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir, poned los ojos en el futuro hacia el que el Espíritu os impulsa, para seguir haciendo con vosotras grandes cosas” (Vita Consecrata nº 110).
El Papa Francisco dice a los consagrados algo que viene bien recordarlo aquí, después de este párrafo de la Vita Consecrata que hemos citado, y que expresa de alguna manera lo que queremos vivir las monjas de la Orden de Predicadores:
1º Debemos mirar el pasado con gratitud. Leer con los ojos de la fe los signos de los tiempos.
2º Vivir el presente con pasión, con devoción, con entusiasmo.
3º Abrazar el futuro con esperanza. La esperanza es el Señor. La esperanza supone no decaer, vivir con entusiasmo porque el Señor nos prometió estar siempre con nosotros y para Dios nada es imposible.
¿Qué es lo que nos diferencia a nosotras como monjas dominicas?
Seguir a Jesús tras las huellas de Santo Domingo de Guzmán, nuestro fundador. Cuando yo era una joven novicia oí esta frase: “Nadie es dominic@ por casualidad”. Y ciertamente, la vida me ha ido confirmando la veracidad de esta expresión. Importante beber de la fuente que brota de la Roca que nos salva, que es Cristo, y hacerlo tras las huellas de Domingo de Guzmán.
Algo que diferencia a una monja dominica de una monja de otra Orden o congregación, es que hace la profesión, como los frailes, al Maestro de la Orden. Esto hace unidad.
Vamos ahora a ver cómo ha sido la historia de nuestra fundación, de manos de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, y ver en ella lo que Nuestro Padre nos transmitió:
En primer lugar, hemos de comenzar diciendo que la predicación de Santo Domingo tuvo en su tiempo un cierto éxito: Un grupo de mujeres cátaras conversas, que se encuentran de pronto sin medio alguno de subsistencia, fueron reunidas por Domingo y el obispo Fulco para fundar un monasterio en Prulla (sur de Francia). Este monasterio, embrión de lo que llegarán a ser las monjas dominicas, sirvió a Santo Domingo de cuartel general después de la muerte de Diego de Acebes. Desaparecido el obispo, los legados misioneros se dispersaron.
Nos encontramos en 1206: Santo Domingo, con su palabra ungida y novedosa, atraía y llegaba al corazón de las jóvenes herejes. Domingo descubre el lugar que Dios quiere que tenga en cuenta para cumplir sus designios: Prulla. Se encuentra con una vieja ermita casi en ruinas, donde se venera desde antiguo una imagen de la Virgen llamada Santa María de Prulla. En este lugar descansará Domingo de sus correrías. Es el corazón del apostolado dominicano.
Es ahí donde reúne a las jóvenes que había salvado de la herejía, librándolas de estar expuestas de nuevo a ser perseguidas. Protegiéndolas en el claustro de Nuestra Señora de Prulla, les da una serie de normas de vida basadas en la Regla de San Agustín. Se iniciaba así la rama femenina de la Orden, que fundará más tarde, dedicada exclusivamente a la oración y la contemplación.
Domingo de Guzmán está convencido de que, sin la palanca de la oración, el que planta y riega con la predicación de la Palabra no es nada, ya que Dios y su Espíritu es el que hace crecer la semilla de la fe. Así, este Monasterio de Prulla se convierte en el centro material y espiritual de su acción apostólica, bajo la protección de Nuestra Señora de Prulla. Como no podía ser menos, con este gesto sobresale su amor y devoción a la Virgen, que luego se irá desarrollando hasta que sea la Virgen del Rosario, la Madre y Protectora de la Orden.
Aunque no exista documento que lo acredite, algunos biógrafos explican que, una noche, mientras se hallaba en oración en Prulla, tuvo una revelación especial de la Virgen. Como hemos dicho antes, el obispo Fulco, que residía en Tolosa, le concedió la ermita y la propiedad de Prulla, que en aquel momento estaba en ruinas, pero con esta concesión ya tenía un lugar para comenzar su obra de congregar en comunidad a sus primeras “hijas”. Han llegado hasta nosotros sus nombres: Masarina, Berenguela, Adelaida, Raimunda, Ricarda de Barria, Jordana, Guillermina de Belpech, Curtolana, Clarita y Genciana. Inmediatamente fueron entrando otras muchas hermanas nuevas. La primera priora fue Guillermina de Belpech.
En el Monasterio llevaban una vida religiosa, cantaban en el coro, trabajaban, y oraban por los predicadores. Aunque por entonces aun no tenían oficialmente la aprobación canónica, entraron en el convento el 22 de noviembre de 1206, el día de Santa Cecilia. Un mes más tarde, el 27 de diciembre, recibieron la aprobación canónica y se inició la clausura. Santo Domingo pondrá allí todo su corazón. Es el primer monasterio de monjas y la cuna de la Orden de Predicadores. Domingo obtiene para ellas la protección del obispo y más tarde del mismo Papa. Prulla es pues, su oasis, su “cuartel general”.
La monja dominica, imitadora de Santo Domingo, como él lo fue de Cristo, perpetúa su fervor de espíritu y de oración. No olvida la exclamación frecuente de su fundador: “Señor, ¿qué será de los pecadores?”.
“El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, son presentados ante Dios por las monjas en su oración”. “Nuestra vocación consiste en buscar a Dios en el silencio, pensar en Él, e invocarlo de tal manera, que la palabra que sale de su boca no vuelva a Él vacía, sino que prospere en aquellos a quienes ha sido anunciada”.
¿Te animas a hacer una experiencia en nuestro Monasterio y probar si esta es la vocación que Dios quiere para ti?
Si la respuesta es afirmativa, contacta con nosotras.